Confieso que he empezado el año un tanto desnortado, en lo que a mi camino literario se refiere, y he terminado de darme cuenta a raíz de ver un curso del estilo de “¿quieres ser escritor?”.
Era un curso que incluía muchos aspectos de la carrera del escritor, con sus módulos de marketing y publicidad pagada en Amazon o Facebook, por ejemplo; también tenía una parte de escribir tu novela en nosécuántosdías. El curso tenía buena pinta, la verdad. El profesor es un tipo de sobrada experiencia y pericia. Por un momento pensé en apuntarme porque la rebaja del precio habitual era importante. Lo que pasó fue que tuve un momento de reflexión en el que me pregunté si realmente yo quería alcanzar esa meta que me prometían en el curso. Desde luego, a mí me encantaría amasar una pequeña fortuna por las ventas de mis libros, como es lógico, pero terminé por responderme, después de un rato de tribulaciones que esa no es mi meta principal.
Llegados a este punto, asumido ya que el thriller trepidante no es mi género, decidí analizar las dos novelas que tengo entre manos: una de ellas ya terminada y esperando respuesta de dos editoriales; la otra casi finalizada en su primer borrador. La conclusión de este análisis es que creo que ambas novelas se van alejando un poco de mi objetivo que no es otro que una novela negra con algo más de profundidad y cierta enjundia literaria. Al fin y al cabo, esa es la excusa que expliqué en una anterior entrada. Por suerte, estoy a tiempo de reconducir estas novelas o, incluso, de dejarlas en el cajón como última opción.
De cualquier manera, más allá de lo que pase con estas obras, mi propósito para enderezar mi rumbo es poner la proa de mi embarcación imaginaria mirando hacia la Literatura, con mayúscula, dejar a un lado las redes sociales, el marketing y el nicho de mercado para centrarme en leer y escribir. Simple pero difícil.
Leer mucho, variando géneros y autores; y escribir mucho, sin importar si va a ser publicado o no, como un ejercicio diario.

Con esa intención, pedí consejo a un amigo conciudadano de esta república de las letras en la que vivimos y me ha dado ciertas pautas en forma de lecturas y escritores que me ayudarán a reconducir mi todavía corta carrera literaria. Me permitiré guardarme para mí el nombre de este amigo y su lista de recomendaciones, pero a lo largo del año se podrán ver los reflejos de las lecturas en mis redes sociales (que no voy a abandonar del todo, por supuesto)
Valga pues esta entrada como desahogo y como acta de la reunión interna en la que se trataron mis desvaríos literarios de principios de año.