Últimamente, a la hora de encontrar películas en las plataformas de streaming, me ha dado por escoger películas que podrían considerarse menores. Películas de acción que no tienen gran prestigio ni premios pero que, honestamente, están bien producidas y, sobre todo, me entretienen.
Viendo The shooter, o Jack Reacher, con todos sus lugares comunes y sus salidas de pata de banco, me doy cuenta de que funcionan y de que están muy bien facturadas.
Esto me ha hecho reflexionar un poco sobre tomarme demasiado en serio esto de la escritura. Dicen los sabios que no hay que tomarse muy en serio a uno mismo —eso ya lo hago desde hace tiempo—, pero sí es cierto que la Literatura sí es algo en lo que me gustaría trascender un poco del simple entretenimiento, escribir algo que tenga como meta algo más que hacer pasar un buen rato. Y es probable que me esté equivocando, es probable que no sea necesario hacer la jugada del siglo cada vez que uno toca el balón. Si Messi lo aprendió, yo también puedo hacerlo.
Lo que quiero decir es que, a lo mejor, el secreto es no buscar la obra excelsa y digna en cada línea, en cada párrafo —no me malinterpreten, no me tengo por un perfeccionista recalcitrante—. Quizás tenga que soltarme más a la hora de escribir y explorar caminos distintos, dejar que fluya la historia sin pensar en todos y cada uno de los detalles; en todos y cada uno de los movimientos de los personajes. No me refiero a escribir cualquier cosa y publicarlo a salto de mata en Amazon, pero sí quiero darme margen para el aprendizaje desde la escritura. No dar tanta importancia a la academia sino centrarme en la experiencia de escribir y crecer desde ahí.
Creo que por eso me estoy dejando llevar por una historia clásica americana de novela negra de los 50 y 60 y estoy escribiendo a un ritmo nada desdeñable para mí. Y me lo estoy pasando bien, a decir verdad. No sé si saldrá de este ejercicio algo interesante de cara al público, pero sí creo que me está ayudando a conocerme como escritor. Para saber si digna de ser expuesta al juicio público habrá que esperar, pero estoy disfrutando del camino, que en estos momentos es lo que importa.
Hola de nuevo, Enrique.
Pues es posible que tengas toda la razón del mundo.
Yo soy uno de esos que quiere hacerlo todo tan perfecto que no termina nunca de estar conforme al 100% de lo que escribe. Termino publicando mis relatillos en el blog, pero porque me pongo una fecha límite y me obligo a pasar página y pensar en el siguiente.
Sin embargo, ese afán de perfección me atenaza y atemoriza ante mi primera publicación real.
Hace poco descubrí la palabra Atelofobia. Consiste en la fobia a las imperfecciones. Me dio un poco de miedito y, pensé como tú, que es tiempo de tomarme esta afición (para mí es solo esto) menos en serio. De lo contrario, se transformará de un disfrute a un castigo.
Un abrazo.
Hola, Jose. Decía Borges que publicamos para dejar de corregir, y yo creo que tenía mucha razón. Personalmente, no soy un perfeccionista, y por suerte estoy lejos de esa atelofobia que me acabas de descubrir, pero sí es cierto que cada vez que leo algo que he escrito me dan ganas de volver a escribirlo de otra manera. Por eso hay que publicar, para no volvernos locos.