Dos audiolibros y un tuit

Como ya he hecho otras veces, voy a contaros un poco lo que voy entendiendo en mis lecturas. Ya se sabe que uno no puede ser escritor sin ser antes lector.

Esta entrada empezó con uno de esos “último tuit del día” que me da escribir de vez en cuando. Son mensajes un poco más crípticos e íntimos de lo habitual. A veces, incluso, escribo con un poco de mala leche. Podrían llegar a ser polémicos si mi cuenta no se quedase en los mil novecientos y pico. No me quejo, no soy un tipo de los que se vuelven loco con las mayorías —en cien mil personas caben más necios que en diez, que diría el sabio—, simplemente sé que no voy a escribir ningún tuit viral. El tuit en cuestión, por ejemplo, tampoco lo es ni lo va a ser; y ya asumo que esta entrada no va a ser la comidilla del mundillo editorial. 

Lo que pretendía con el tuit era dejar por escrito un pensamiento, una idea, como todos los tuits, vaya. Y la idea principal del mensaje es que Pablo Poveda es mejor escritor que Lorenzo Silva. Obviamente es una conclusión abstracta y peregrina, pero tiene una base: la comparación de sendas novelas de estos autores. Las novelas son “El mal de Corcira” (Lorenzo Silva) y “La dama del Museo” (Pablo Poveda). 

Voy a empezar regular —lo admito—, ya que no las leí. “Sólo” los escuché. En la plataforma Audible, para más señas. Estoy probando la aplicación con una oferta de tres meses gratis. La experiencia no está mal, pero tengo mis dudas, aunque eso, si os parece, ya lo hablamos en otro momento.

El caso es que primero escuché el de Silva y la sensación fue extraña. En los primeros minutos pensé que sería cosa del formato, pero con el paso de los capítulos me fui dando cuenta de que lo extraño eran las palabras, el texto. Silva usa un vocabulario excesivamente recargado. Pero no de una forma poética, sino de una manera exagerada, como queriendo dejar claro todo su buen hacer como escritor. La narración en primera persona hace que, a veces, el lector confunda al protagonista con el escritor, eso lo sé; lo que le ocurre en este caso es que te da la sensación de que Silva esconde columnas de opinión entre los pensamientos de Vila, y eso me causó cierto rechazo, incluso estando de acuerdo en algunas ideas. En eso —me refiero a la narración en primera persona—, Poveda usa un estilo más cercano al común de los mortales; no digo que sea de vocabulario escaso, sino que es más adecuado a cada personaje. También son parlamentos más cortos y absolutamente creíbles. 

En cuanto al conocimiento del cuerpo de la Guardia Civil y sus particularidades con las jerarquías, por ejemplo, sí me parece que Silva juega bien con ellos, incluso con alguna pequeña y comprensible exageración, no olvidemos que hablamos de una novela. Hay un entrenamiento para la unidad de información que parece —y escribo parece porque igual es real y estoy metiendo la pata—sacada de una película americana de espías. Podría arriesgarme a decir que se deja entrever la admiración del escritor al benemérito cuerpo y sus componentes. En esa parte no hay competencia con Poveda, más que nada porque las novelas de la serie Caballero no se centran en el procedimiento policial. 

Sobre los diálogos: pasa algo raro ya que todos los personajes de Silva hablan muy parecido —y no es por el narrador, Miguel Coll, que creo que está bastante bien—, sino por las expresiones y el vocabulario. Tan sólo el hijo de Bevilacqua habla acorde a su edad —algo que se nota más en otra novela que empecé a escuchar, «Los cuerpos extraños»—. En ese aspecto, Poveda tiene mejores diálogos; concisos y creíbles y adaptados a cada personaje.

En «El Mal de Corcira», las tramas están bien enlazadas, en mi opinión. La trama que se desarrolla en el pasado es crucial para la del presente. Aquí creo que Silva ha tejido una buena historia en dos tiempos. Poveda acostumbra —y esta novela no es excepción— a inventar tramas más ágiles y rápidas donde ocurren cosas sin parar. 

Observando a la ambientación, ambas novelas están a la par, pero tengo que reconocer que Poveda sabe reflejar en sus líneas el cariño que le tiene tanto a Madrid como a esas ciudades del levante que tan bien nos dibuja. Silva es más aséptico en ese sentido, lo que no resta valor a sus descripciones. Me parece que nos adentra bien en esas Ibiza y Formentera de fuera de temporada vacacional. 

Resumiendo: me gusta más el estilo directo y entretenido de Poveda frente al pretendido aire de elevación cultural que propone Silva con sus alusiones a libros antiguos. Mención especial para ese epílogo sobre el “mal de Corcira” que tan bien queda en el título y que terminamos por descubrir que sólo es un pretexto para colarnos su opinión sobre la Guerra Civil —extensible a todas las guerras civiles— y al llamado “conflicto vasco”. 

Por todo esto dije lo que dije… y creo que es verdad. 

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